Se cumple el cuarto minuto adicionado por Fernando Espinoza y el final del partido. San Lorenzo acaba de perder nuevamente, esta vez ante River Plate, sumando apenas dos puntos sobre 15 posibles en una campaña lamentable y con un futuro desolador.
Desde la popular se empieza a sentir un adormecimiento. La gente miraba cabizbaja, algunos jugueteaban con los globos de colores y la mayoría entonaba canciones de aliento hacia la historia. Esa historia que nos queda demasiado atrás cuando hoy nuestro escudo se desangra y va perdiendo los colores. Empiezo a ver cómo nos estamos acostumbrando a la malaria porque el signo más notable es alentar como si no pasara nada.
Algunos explican con holgura que se canta por la camiseta, otros que es un signo de apoyo para con los más jóvenes, hay quien dice que en este club siempre se alienta a los jugadores. Yo coincido en algunos aspectos, pero pienso que el mensaje que se baja es otro.
Desde mi estadía en el Bidegain, se dedicaron cantos y protestas que no duraron ni un minuto. Los mismos eran dirigidos a Marcelo Tinelli (presidente de licencia) y a Matías Lammens (vicepresidente volcado totalmente a la política) Rápidamente la gente siguió con; “San Lorenzo es un sentimiento, no se explica, se lleva bien adentro” dejando atrás a los principales responsables.
No encuentro una posición más rebelde y admito que me preocupa. Tal vez, desde mi lugar de hincha esperaba más. Quizás la rebeldía de otras épocas, las protestas fuertes hacia los responsables de la catástrofe que vive esta institución. Desde afuera San Lorenzo se ve en estado vegetativo, un club que no parece encontrar siquiera, la posibilidad de una victoria para calmar las aguas.
Desde las tribunas baja un aplauso al finalizar el partido. Se sigue alentando hasta que poco a poco comienzan a irse los hinchas. Continúan los cánticos en el colectivo de vuelta, con bombos y redoblantes y sacando los brazos por las ventanillas. Continuo caliente hasta mis horas de sueño, preocupado fin de semana tras fin de semana. A esta realidad nos han llevado y acostumbrado. San Lorenzo está en crisis, pero nosotros seguimos dormidos.
* Sobre el autor: Guillermo Bracamonte es socio de San Lorenzo, Licenciado y Profesor en Comunicación Social
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